Manual de guerra espiritual Dr. Ed Murphy

El manual de guerra espiritual del doctor Ed. Murphy es una guía muy amplia de lo que la Biblia habla sobre este tema. Murphy trata libro a libro de la Biblia, sacando la información de una forma muy neutral, intentando ser lo más correcto posible en la interpretación.



El Dr Murphy en los primeros capítulos expone la dificultad que conlleva hablar de este asunto con los creyentes que no creen en este ministerio, para El Dr Ed. Murphy, psiquiatra creistiano, el origen del mal es Satanas y por lo tanto, hay que tenerlo en cuenta sobre todas las otras cosas.

Asi lo espresa:

El origen del mal en Satanás


Mientras que los ángeles caídos y la humanidad fueron engañados por Lucifer (utilizaremos este nombre para Satanás antes de su caída, aunque no es seguro que se llamara así), ¿quién le engañó a él? […] La respuesta bíblica es clara, aunque no se explica en ninguna parte cómo pudo ocurrir tal cosa.

Jesús afirma que Satanás es el padre de las mentiras porque es un mentiroso. Mintió tanto a los ángeles como a la humanidad porque está listo para mentir. Además, Jesús declara que «era homicida desde el principio» (Jn.8.44; cf. I Jn..8) ¿Qué significa esto? Según León Morris, «el término traducido por “principio” puede también indicar “origen” en el sentido de causa elemental […] causa primera». Al aplicar esta verdad a Jn. 8.44 obtenemos una percepción importante del asunto. Jesús está afirmando que el homicidio tuvo su origen en Satanás. Él es su primera causa.

El Señor relaciona luego ese origen con la naturaleza del diablo: «mentiroso, y padre de mentira». Y Morris conecta este homicidio con todo el género humano: «Fue a causa de Satanás que Adán se hizo mortal (Ro.5.12). Así que el diablo se convirtió en el asesino de toda la raza humana […] un “homicida”».

Podemos llevar esta verdad un paso más atrás, al verdadero origen del asesinato por medio de la mentira. No sucedió en la tierra, sino en el reino angélico probablemente antes de la creación de la humanidad. Recuerde al demonio Miedo y su triste lamento: «Fuimos engañados (por Satanás). ¡Fuimos traicionados!» Así que el asesinato por medio de la mentira tuvo su origen en el diablo. Jesús está diciendo que Satanás fue quien engendró el asesinato y el engaño, y evidentemente esto lo hizo al inducir a un ejército de ángeles de Dios a rebelarse contra Él, provocando así la muerte de ellos, es decir, su separación eterna del Señor.

En cuanto a cómo el mismo Satanás fue transformado de una criatura buena en ese mentiroso que luego llegó a ser el asesino de algunos de los ángeles y de toda la raza humana, la Biblia guarda un silencio completo. Y si la Escritura permanece obvia y firmemente silenciosa acerca de tales cuestiones, nosotros de igual manera haremos bien en callar.

Nuestra exposición anterior acerca del precio que Dios tuvo que pagar para hacer criaturas con libertad de elección arroja algo de luz sobre cómo pudo Lucifer convertirse en el diablo, mentiroso y asesino. Sin embargo, en última instancia se nos deja con un misterio que nuestras mentes mortales no pueden del todo sondear. En asuntos como este, hago continuamente referencia a versículos de la Escritura como los siguientes:

Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley (Deut. 29.29).

Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender (Sal. 139.6).

¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? ¿O quién le dio a Él primero, para que le fuese recompensado? Porque de Él, y por Él, y para Él, son todas las cosas. A Él sea la gloria por los siglos. Amén (Ro.11.33–36).

Hemos visto una y otra vez que la mentira que penetró en las mentes limpias e inocentes de Adán y Eva, y condujo a su asesinato (Jn. 8.44; I Jn 3.8) tuvo su origen fuera de ellos mismos. No poseían ninguna inclinación interna hacia el mal ni eran independientes de Dios. No vivían en “el mundo”, es decir, en la sociedad humana organizada para una vida independiente de la voluntad de Dios. Su “sociedad” era el huerto del Edén. Y, sin embargo, pecaron.

De modo que vemos cómo el pecado y la rebeldía contra el señorío de Dios no son normales para la raza humana tal y como fuimos creados. La vida humana normal debía ser de total obediencia al Señor y de una comunión ininterrumpida, pacífica e indescriptible tanto con Dios como con nuestros semejantes. En su inocencia, Adán y Eva no sentían ninguna vergüenza, ni en su íntimo trato con Dios ni en su relación de desnudez mutua (Gén. 2.25; cf. 3.7–11). Todo lo que Dios había hecho era bueno. El primer hombre y la primera mujer vivían en la cálida y pura luz de la bondad e inocencia primitivas.

El pecado y la rebelión contra Dios, dieron lugar a dos males, el natural y el moral, por consiguiente son una anormalidad que se ha convertido en normal para la humanidad.

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